miércoles, 8 de octubre de 2014

NORTE DE SANTANDER Y SU PERIODO INDÍGENA






POBLACIÓN INDÍGENA DE NORTE DE SANTANDER .


El territorio Norte Santandereano estaba habitado durante la época precolombina por los indios chitareros, de ascendencia chibcha  y por los motilones descendientes de los caribes, que se refugiaron en las cumbres de la serranía del mismo nombre. Aunque conservaban costumbres y tradiciones de pueblos nómadas, eran también agricultores y grandes artesanos. Estas dos familias indígenas ocuparon la comarca irrigada por los ríos Zulia, Tarra, Sardinata, Catatumbo, Pamplonita Y Táchira.


ETNIAS

BARI.

La etnia del territorio ha sido identificada con varios nombres. El más común, motilón, es una denominación genérica con la cual los no indígenas han llamado a varios grupos nativos pertenecientes a diferentes etnias, en la serranía de los motilones, en el departamento del Cesar, los yuko o yukpa, y más al sur, en la serranía del perijá, los barí.

Relacionado con este grupo, también aparecen en algunos estudios históricos, una serie de nombres: [dobokubi] y [kunaguasaya] que si bien es cierto son palabras de la lengua de los barí; no designan a toda la etnia o se aplican a grupos de seres míticos que "existen" en la cotidianidad de la etnia barí, que conviven en su mundo y forman parte del conjunto de entidades míticas. El término barí significa "gente" en lengua barí, y es una denominación endógena con el cual toda la etnia se identifica así misma. Corresponde únicamente al grupo cuyo origen se remonta a aquel primer grupo humano que descendió y permaneció junto a [sabaseba], [bruktukanina] y [kairobaina], las primeras deidades que presidieron la formación del mundo. Los demás grupos descendientes de ese primero, pero que se dispersaron a causa de un engaño, son denominados [megba-barí], esto es, otra gente indígena. La gente barí se encontraba hasta el inicio de la ocupación hispánica en amplios valles bajos y en la zona selvática de la cuenca del Catatumbo, en un perímetro que iba desde los ríos Zulia y Chamá al sur del lago de Maracaibo en Venezuela, hasta las estribaciones de la sierra de Perijá por el occidente, siguiendo hasta el río Apón y el costado oeste del lago de Maracaibo.

Los estimativos territoriales de la etnia bari a finales del siglo XVI y principios del XVII, pueden hacerse a partir de la información etnohistórica disponible, sobre las prolongadas e innumerables campañas de pacificación indígena, proyectadas y ejecutadas desde los asentamientos o fuertes militares hispánicos de Salazar de Las Palmas, la Villa de San Cristóbal, Mérida, la Grita y San Faustino de los Ríos para la segunda mitad del siglo XVII. Estas ciudades, y en particular las dos últimas, continuamente hostigaron el pueblo barí ocasionándole gran desgaste, como bien se puede ver en los informes de mando de los virreyes del Nuevo Reino.

La etnia barí en Colombia hoy ocupa sólo las regiones más septentrionales del departamento, en una zona de selva tropical húmeda que va desde las estribaciones de la Serranía del Perijá en el occidente, hasta el río Catatumbo, Caño Tomás y río de Oro al oriente en los límites con Venezuela, y que comprende además los ríos Intermedio, Suroeste y Caño Martillo. El territorio es montañoso y ondulado con llanuras pequeñas, cubierto en las partes no cultivadas por selva medianamente espesa y con árboles de regular altura. Su altitud sobre el nivel del mar oscila entre los 200 y 300 metros y su temperatura entre los 19 y 35 grados c
entígrados. Este territorio jurídicamente está constituido en dos resguardos. Uno, con una extensión aproximada de 83.000 hectáreas y otro al sur, en la margen izquierda del río Catatumbo, con una extensión de 13.300 hectáreas. En la actualidad, la comunidad participa en las conversaciones y actividades encaminadas a concretar la aplicación de la normatividad existente sobre el reordenamiento territorial indígena en Colombia, para definir las entidades territoriales indígenas, entes que eleven el estatus jurídico y político de estos territorios reconociéndolos como una nación con gobierno autónomo facultado para manejar su propio presupuesto.

La población barí en Colombia, según el censo realizado por la comisión de asuntos indígenas en 1991, llega a los 900 habitantes y se encuentra distribuida en 11 asentamientos independientes situados cerca del lindero de los resguardos. El estudio de esta sociedad y su cultura debe inscribirse en el marco general del desarrollo de la sociedad barí y su interrelación con la sociedad dominante. Su condición de cultura minoritaria incluida en un proyecto social más amplio, obliga a hacer el análisis de interculturalidad. En la actualidad se pueden señalar tres sectores, en distinto grado de contacto con la sociedad no indígena. En el primero se encuentran los asentamientos que han tenido mayor oportunidad de contacto con los núcleos de colonización y de influencia misionera: [bekboqkjira] catalaura y [baqkuboujira] sobre el río Catatumbo, [korrokaira] en la Serranía del Perijá. Aquí, la presión cultural ejercida por la población campesina, involucrada en la ampliación de la frontera agrícola, por una parte, y por otra la acción directa de las misiones católicas con la congregación de las misiones, han sido los principales elementos externos impulsores del proceso que nos ocupa.
 En el segundo, se encuentran los asentamientos en los que el contacto con los núcleos de colonización ha sido menos propia y mejor controlado por la misma comunidad y en los que, más que misionera, la influencia ha sido la del individuo, agente externo de gran ascendiente sobre la comunidad, como en [ikkiakarora], [kaaqbarikaira], [siukbaqbarina] y demás asentamientos de los valles de río de Oro, Caño Tomás y Caño Tigre. Aquí el principal elemento externo impulsor de la aculturación ha sido el señor Bruce Olson, quien ha adelantado o apoyado, desde la década de los sesenta, programas encaminados a "promover el desarrollo" de la comunidad en determinados aspectos, considerados por él los más importantes (construcción de viviendas convencionales, educación de jóvenes en centros urbanos, consecución de ente y maestros, etc.), y a la luz de las orientaciones que conciben la integración u "occidentalización" de los grupos étnicos indígenas, como la mejor vía para elevar el nivel de vida en la comunidad.

En el tercero, se encuentran los asentamientos de más difícil acceso geográfico, lo que los ha mantenido relativamente aislados de los núcleos de colonización y de la acción de otros agentes externos: [itirridakaira], [baqtuina] y [birikaira]. La relación que se ha dado en este proceso, no es de una verdadera interculturalidad en el sentido de un intercambio consciente y equitativo entre culturas, resultante del reconocimiento y la valoración mutua, sino más bien una relación de aculturación, en la que todos los componentes de la cultura han sufrido cambios variando todo el sistema cultural.

Elementos tradicionales.




El idioma barí, cestería y tejido de la falda tradicional en algodón, competencias de carreras y lucha libre, prácticas rituales y algunos elementos de medicina tradicional, cosmovisión y prácticas rituales (orígenes y muerte), actividades de caza y pesca como medios de subsistencia, utilización del arco y la flecha, pesca con chuzo y método de "tupia" o pequeños embalses, el bohío o vivienda comunitaria tradicional, hábitos alimenticios, entre otros .


                                                                                      LOS U'WA


La creación según el pueblo uwa.
En un principio todo era tinieblas. El padre eterno Sira y la madre celestial Rairia quisieron poner orden en el caos. ¿Qué hacer? Sira mascó ayo (hoja de coca) y supo el qué, el cómo y el porqué. De arriba hacia abajo y con otros siete dioses menores, se dieron a la formación del mundo.
Uno por uno, y todos con un fin, fueron creando los cerros, los minerales, los vegetales, las aguas, los animales, el petróleo, etc. Y Sira pensó: "mi trabajo ya terminé, no tengo más. ¿A quién se lo voy a entregar?". Entonces Sira pensó en los u’wa: "Estos son los que van a cuidar y mantener todo lo que hemos hecho" y puso ocho clanes sobre el centro del mundo, donde él ya sabia que llegarían los españoles y otros colonos "aquí no podrán tocar ellos. En otra parte tienen autorización, pero acá no", sentenció, y su palabra habrá de cumplirse hasta el final de los tiempos, cuando ya no haya más u’wa en la tierra para cuidarla.

A los defensores del orden creado Sira entregó un territorio bien delimitado por ríos y cordilleras, con tierras bajas y altas para que se desplazaran a su antojo, produciendo lo que necesitaran para supervivir, conscientes de que el planeta  también es un ser vivo que se cansa, por lo tanto hay que darle reposo. “La tierra, que es madre, entregó en manos de ustedes para que la cuiden y se beneficien de ella”, dijo el eterno a todos los u’wa. Y ellos así lo cumplen, de generación en generación desde el momento mismo del primer soplo de vida. Tal como el riowa (hombre blanco) tiene sus escrituras sagradas y públicas, nosotros tenemos palabra mayor desde nuestra creación, directamente del padre del cielo. Con ella demostramos nuestra propiedad ancestral y nuestras creencias.”

Según la cosmovisión u’wa, los pueblos indígenas han sido puestos cada uno con una misión particular (los barí, por ejemplo, tuvieron desde el principio una labor militar de defensa). Pero a los u’wa les fueron asignados el pensamiento y la sabiduría, como armas para desempeñar su función. Así como a los riowa dio Sira riqueza material, a los u’wa les dio conocimiento. Por no respetar la sangre en las venas, el petróleo sobre el cual está cimentado el mundo visible, y sin el cual todo se seca, el organismo herido se enoja, tose, se bate para quitarse de encima a los invasores. Eso explica los huracanes, los terremotos, las inundaciones "la naturaleza se está vengando de lo que hacen con ella", dice con tono severo Caya Bókota, una u’wa que no por vivir en el mundo riowa en Cubará (boyacá), ha perdido la perspectiva de la misión de su pueblo.

Al ponerles sobre el mundo y asignarles su tarea vital y perpetua, Sira dio a los u’wa una carta de propiedad sobre sus campos sagrados, que han sido considerados por el estado como tierras baldías y por el colono como monte, tierra inculta. Hoy por hoy, cerca de 9.000 indígenas que conforman este pueblo viven en los límites de lo que alguna vez dieron en llamar Colombia y Venezuela pero, nunca ha dejado de ser el centro de la creación. No están en el desierto ni tienen que caminar para llegar a su tierra prometida que fluye leche y miel, porque la poseen por heredad divina y no la han abandonado a pesar de que han llegado con cruz y fuego (y más recientemente con proyectos petroleros) a expulsarles. Si algún balance se mantiene hasta ahora a pesar del abuso de la explotación de recursos naturales en el mundo, es por las vigilias y los cantos rituales de los warjeyá, que han evitado el fin.






informacion tomada de: http://www.todacolombia.com/etnias/gruposindigenas/bari.html

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