POBLACIÓN INDÍGENA DE NORTE DE SANTANDER .
El territorio Norte Santandereano estaba habitado durante la
época precolombina por los indios chitareros, de ascendencia chibcha y por los motilones descendientes de los
caribes, que se refugiaron en las cumbres de la serranía del mismo nombre.
Aunque conservaban costumbres y tradiciones de pueblos nómadas, eran también
agricultores y grandes artesanos. Estas dos familias indígenas ocuparon la
comarca irrigada por los ríos Zulia, Tarra, Sardinata, Catatumbo, Pamplonita Y
Táchira.
ETNIAS
BARI.
La etnia del territorio ha sido identificada con varios
nombres. El más común, motilón, es una denominación genérica con la cual los no
indígenas han llamado a varios grupos nativos pertenecientes a diferentes
etnias, en la serranía de los motilones, en el departamento del Cesar, los yuko
o yukpa, y más al sur, en la serranía del perijá, los barí.
Relacionado con este grupo, también aparecen en algunos
estudios históricos, una serie de nombres: [dobokubi] y [kunaguasaya] que si
bien es cierto son palabras de la lengua de los barí; no designan a toda la
etnia o se aplican a grupos de seres míticos que "existen" en la
cotidianidad de la etnia barí, que conviven en su mundo y forman parte del
conjunto de entidades míticas. El término barí significa "gente" en
lengua barí, y es una denominación endógena con el cual toda la etnia se
identifica así misma. Corresponde únicamente al grupo cuyo origen se remonta a
aquel primer grupo humano que descendió y permaneció junto a [sabaseba],
[bruktukanina] y [kairobaina], las primeras deidades que presidieron la
formación del mundo. Los demás grupos descendientes de ese primero, pero que se
dispersaron a causa de un engaño, son denominados [megba-barí], esto es, otra
gente indígena. La gente barí se encontraba hasta el inicio de la ocupación
hispánica en amplios valles bajos y en la zona selvática de la cuenca del
Catatumbo, en un perímetro que iba desde los ríos Zulia y Chamá al sur del lago
de Maracaibo en Venezuela, hasta las estribaciones de la sierra de Perijá por
el occidente, siguiendo hasta el río Apón y el costado oeste del lago de
Maracaibo.
Los estimativos territoriales de la etnia bari a finales del
siglo XVI y principios del XVII, pueden hacerse a partir de la información
etnohistórica disponible, sobre las prolongadas e innumerables campañas de
pacificación indígena, proyectadas y ejecutadas desde los asentamientos o
fuertes militares hispánicos de Salazar de Las Palmas, la Villa de San
Cristóbal, Mérida, la Grita y San Faustino de los Ríos para la segunda mitad
del siglo XVII. Estas ciudades, y en particular las dos últimas, continuamente
hostigaron el pueblo barí ocasionándole gran desgaste, como bien se puede ver
en los informes de mando de los virreyes del Nuevo Reino.
La etnia barí en Colombia hoy ocupa sólo las regiones más
septentrionales del departamento, en una zona de selva tropical húmeda que va
desde las estribaciones de la Serranía del Perijá en el occidente, hasta el río
Catatumbo, Caño Tomás y río de Oro al oriente en los límites con Venezuela, y
que comprende además los ríos Intermedio, Suroeste y Caño Martillo. El
territorio es montañoso y ondulado con llanuras pequeñas, cubierto en las
partes no cultivadas por selva medianamente espesa y con árboles de regular
altura. Su altitud sobre el nivel del mar oscila entre los 200 y 300 metros y
su temperatura entre los 19 y 35 grados c
La población barí en Colombia, según el censo realizado por
la comisión de asuntos indígenas en 1991, llega a los 900 habitantes y se
encuentra distribuida en 11 asentamientos independientes situados cerca del
lindero de los resguardos. El estudio de esta sociedad y su cultura debe
inscribirse en el marco general del desarrollo de la sociedad barí y su
interrelación con la sociedad dominante. Su condición de cultura minoritaria
incluida en un proyecto social más amplio, obliga a hacer el análisis de
interculturalidad. En la actualidad se pueden señalar tres sectores, en
distinto grado de contacto con la sociedad no indígena. En el primero se
encuentran los asentamientos que han tenido mayor oportunidad de contacto con
los núcleos de colonización y de influencia misionera: [bekboqkjira] catalaura
y [baqkuboujira] sobre el río Catatumbo, [korrokaira] en la Serranía del
Perijá. Aquí, la presión cultural ejercida por la población campesina,
involucrada en la ampliación de la frontera agrícola, por una parte, y por otra
la acción directa de las misiones católicas con la congregación de las
misiones, han sido los principales elementos externos impulsores del proceso
que nos ocupa.
En el tercero, se encuentran los asentamientos de más
difícil acceso geográfico, lo que los ha mantenido relativamente aislados de
los núcleos de colonización y de la acción de otros agentes externos:
[itirridakaira], [baqtuina] y [birikaira]. La relación que se ha dado en este
proceso, no es de una verdadera interculturalidad en el sentido de un
intercambio consciente y equitativo entre culturas, resultante del
reconocimiento y la valoración mutua, sino más bien una relación de
aculturación, en la que todos los componentes de la cultura han sufrido cambios
variando todo el sistema cultural.
Elementos tradicionales.
El idioma barí, cestería y tejido de la falda tradicional en algodón, competencias de carreras y lucha libre, prácticas rituales y algunos elementos de medicina tradicional, cosmovisión y prácticas rituales (orígenes y muerte), actividades de caza y pesca como medios de subsistencia, utilización del arco y la flecha, pesca con chuzo y método de "tupia" o pequeños embalses, el bohío o vivienda comunitaria tradicional, hábitos alimenticios, entre otros .
LOS U'WA
La creación según el pueblo uwa.
En un principio todo era tinieblas. El padre eterno Sira y
la madre celestial Rairia quisieron poner orden en el caos. ¿Qué hacer? Sira
mascó ayo (hoja de coca) y supo el qué, el cómo y el porqué. De arriba hacia
abajo y con otros siete dioses menores, se dieron a la formación del mundo.
Uno por uno, y todos con un fin, fueron creando los cerros,
los minerales, los vegetales, las aguas, los animales, el petróleo, etc. Y Sira
pensó: "mi trabajo ya terminé, no tengo más. ¿A quién se lo voy a
entregar?". Entonces Sira pensó en los u’wa: "Estos son los que van a
cuidar y mantener todo lo que hemos hecho" y puso ocho clanes sobre el
centro del mundo, donde él ya sabia que llegarían los españoles y otros colonos
"aquí no podrán tocar ellos. En otra parte tienen autorización, pero acá
no", sentenció, y su palabra habrá de cumplirse hasta el final de los
tiempos, cuando ya no haya más u’wa en la tierra para cuidarla.
A los defensores del orden creado Sira entregó un territorio
bien delimitado por ríos y cordilleras, con tierras bajas y altas para que se
desplazaran a su antojo, produciendo lo que necesitaran para supervivir,
conscientes de que el planeta también es
un ser vivo que se cansa, por lo tanto hay que darle reposo. “La tierra, que es
madre, entregó en manos de ustedes para que la cuiden y se beneficien de ella”,
dijo el eterno a todos los u’wa. Y ellos así lo cumplen, de generación en
generación desde el momento mismo del primer soplo de vida. Tal como el riowa
(hombre blanco) tiene sus escrituras sagradas y públicas, nosotros tenemos
palabra mayor desde nuestra creación, directamente del padre del cielo. Con
ella demostramos nuestra propiedad ancestral y nuestras creencias.”
Según la cosmovisión u’wa, los pueblos indígenas han sido
puestos cada uno con una misión particular (los barí, por ejemplo, tuvieron
desde el principio una labor militar de defensa). Pero a los u’wa les fueron
asignados el pensamiento y la sabiduría, como armas para desempeñar su función.
Así como a los riowa dio Sira riqueza material, a los u’wa les dio
conocimiento. Por no respetar la sangre en las venas, el petróleo sobre el cual
está cimentado el mundo visible, y sin el cual todo se seca, el organismo
herido se enoja, tose, se bate para quitarse de encima a los invasores. Eso
explica los huracanes, los terremotos, las inundaciones "la naturaleza se
está vengando de lo que hacen con ella", dice con tono severo Caya Bókota,
una u’wa que no por vivir en el mundo riowa en Cubará (boyacá), ha perdido la
perspectiva de la misión de su pueblo.
Al ponerles sobre el mundo y asignarles su tarea vital y
perpetua, Sira dio a los u’wa una carta de propiedad sobre sus campos sagrados,
que han sido considerados por el estado como tierras baldías y por el colono
como monte, tierra inculta. Hoy por hoy, cerca de 9.000 indígenas que conforman
este pueblo viven en los límites de lo que alguna vez dieron en llamar Colombia
y Venezuela pero, nunca ha dejado de ser el centro de la creación. No están en
el desierto ni tienen que caminar para llegar a su tierra prometida que fluye
leche y miel, porque la poseen por heredad divina y no la han abandonado a
pesar de que han llegado con cruz y fuego (y más recientemente con proyectos
petroleros) a expulsarles. Si algún balance se mantiene hasta ahora a pesar del
abuso de la explotación de recursos naturales en el mundo, es por las vigilias
y los cantos rituales de los warjeyá, que han evitado el fin.
informacion tomada de: http://www.todacolombia.com/etnias/gruposindigenas/bari.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario